CONFLICTOS EN LAS ORGANIZACIONES ESCOLARES
Todas
las instituciones, y la escuelas no es precisamente una excepción, se
caracterizan por vivir diversos tipos de conflictos, de distinta índole y de
diferente intensidad. Hasta tal punto que, bajo la aparente imagen de
«aconflictividad», la cotidianidad de los conflictos se presenta como un
proceso y una de las características centrales y definitorias de los centros
educativos. Conflictos entre profesores, conflictos entre profesores y alumnos,
conflictos entre profesores y padres de alumnos, conflictos entre profesores y
la dirección del centro, conflictos entre alumnos, conflictos entre padres,
conflictos entre el centro como tal y la administración educativa, etc.,
constituyen una pequeña muestra de las múltiples situaciones conflictivas que
todos hemos vivido de alguna manera en nuestros centros educativos y que,
ineluctablemente, prueban la evidencia empírica de la naturaleza conflictiva de
las escuelas.
Se da el caso de los conflictos en las
empresas debido a que pueda ser que el que dirije quizás no es nisiquiere un
líder; o tal vez un líder de papel como la compañera de equipo estuvo
explicando sobre esta problemática. Mi opinión
Ahora bien pienso que el docente debe ser
un líder por naturaleza sino debe hacerse, es importante esto en las
características del docente ya que nadie sigue a nadie si no es un líder. Mi opinión
Conflicto y
racionalidad educativa
El conflicto tiene un escaso relieve en
los estudios y manuales clásicos de organización escolar, y, cuando a él se
hace referencia, las valoraciones no son coincidentes y resultan incluso
contradictorias en función, precisamente, de la racionalidad educativa desde la
que se emiten dichos juicios. Por ello, el objeto de este punto lo constituye
el análisis del tratamiento
del conflicto en los tres grandes paradigmas de la organización escolar.
Antes de adentrarnos en él, digamos, a efectos de clarificación terminológica,
que entendemos por conflicto «un tipo de situación en la que las personas o
grupos sociales buscan o perciben metas opuestas, afirman valores antagónicos o
tienen intereses divergentes» (Jares, 1991, p. 108). Es decir, el conflicto es,
en esencia, un fenómeno de incompatibilidad entre personas o grupos.
Según
este escrito el conflicto se debe ha una
falta de incompatibilidad yo lo llamaria más bien falta de interrelación,
podría decirle que el líder debe desarrollar la inteligencia de las teorías de
Gardner como por ejemplo la intrapersonal y la interpersonal, el desarrollo de
esta es de suma importancia para ser un líder. Mi opinión
Esta situción viendola de otro
punto de vista se pueden sacar cosas positivas como diré a continuación: El
conflicto en la perspectiva crítica
Desde la
perspectiva crítica, el conflicto no sólo se ve como algo natural, inherente a
todo tipo de organizaciones y a la vida misma, sino que, además, se configura
como un elemento necesario para el cambio social: «El conflicto puede enfocarse
básicamente como una de las fuerzas motivadoras de nuestra existencia, como una
causa, un concomitante y una consecuencia del cambio, como un elemento tan
necesario para la vida social como el aire para la vida humana» (Galtung, 1981,
p. 11). Por consiguiente, el conflicto se considera como un instrumento
esencial para la transformación de las estructuras educativas, que es, en
definitiva, a lo que aspira la teoría crítica de la educación. A diferencia de
los enfoques tecnocráticos que pretenden el control y el dominio, “una ciencia
educativa crítica tiene el propósito de transformar la educación; va encaminada
al cambio educativo (…), a la transformación de las prácticas educativas, de
los entendimientos educativos y de los valores educativos de las personas que
intervienen en el proceso, así como de las estructuras sociales e
institucionales que definen el marco de actuación de dichas personas” (Carr y
Kemmis, 1986, p. 20). Dicho proceso de transformación y cambio vendrá dado por
la toma de conciencia colectiva de los miembros de la organización destinada a
detectar “las contradicciones implícitas en la vida organizativa y a descubrir
las formas de falsa conciencia que distorsionan el significado de las
condiciones organizativas y sociales existentes” (González, 1989, p. 123). Por
ello, desde este paradigma, no sólo se admite sino que también se favorece el
afrontamiento de determinados conflictos desde una perspectiva democrática y no
violenta, lo que podemos denominar la utilización didáctica del conflicto, que
suponga el cuestionamiento del propio funcionamiento de la institución escolar,
y, con ello, la correlación de fuerzas que en la misma existen. Una perspectiva
celosa del poder, que busca el control y el dominio, no puede por menos que
ocultar y silenciar los posibles conflictos como mecanismos, entre otros, para
perpetuar el statu quo establecido.
Para corroborar la naturaleza conflictiva de
las escuelas, nada mejor que presentar y explorar los diversos conflictos (sus
causas y manifestaciones) que habitualmente se producen en las instituciones
escolares. Después habrá que analizar si esa variedad de conflictos obedece a
cuestiones coyunturales y más o menos puntuales del funcionamiento
organizativo, o si se trata más bien de conflictos inherentes a la propia
naturaleza de la institución escolar. En cualquier caso, es oportuno aclarar,
coincidiendo con Ball (1989), que el hecho de demostrar la naturaleza
conflictiva de la escuela no significa que haya conflictos todos los días y en
todas las situaciones: «Mucho de lo que ocurre cotidianamente en las escuelas
no se caracteriza por la disputa o las disensiones entre los profesores. La
conversación y la interacción de todos los días se centra en la conducción
rutinaria, terrenal y, en su mayor parte, no controvertida de la institución»
(Ball, 1989. p. 36). Del mismo modo, aunque el conflicto, tal como defendemos,
puede ser un elemento positivo dentro de la organización, si se hace crónico y
no se resuelve deja de tener sus propiedades «vitalizantes» y democráticas para
el grupo, pudiendo llegar a ser un elemento desestabilizador del mismo.
Con respecto a las causas de los
conflictos, diversos autores de distintas escuelas y disciplinas han
polemizado sobre ello. Para unos, todos los conflictos están provocados por el
poder; para otros, además del poder incide la estima propia; para unos
terceros, las causas de los conflictos se «psicologizan» y se reducen a los
diferentes tipos de necesidades humanas y/o a un problema de diferentes
percepciones. En el polo opuesto, determinados enfoques sociológicos explican
la causalidad de los conflictos escolares por las contradicciones inherentes al
sistema capitalista en el que vivimos. En nuestra opinión, la enorme
conflictividad, manifiesta y latente, que se da en la institución escolar, sólo
cabe entenderla, como ya hemos señalado.
En conclusión, el papel y la valoración
del conflicto en la organización escolar están sujetos a la racionalidad desde
la que se emite el juicio. Frente a la visión tecnocrática dominante que
considera el conflicto como negativo, y, en consecuencia, como algo que evitar,
hemos sostenido a lo largo de estas páginas que el conflicto no sólo forma
parte de la naturaleza organizativa de la escuela, sino que además es una de
sus dimensiones más relevantes. Por este motivo, consideramos que debe ser
objeto prioritario de análisis e investigación, tanto en la construcción del
cuerpo teórico de la organización escolar, como en la facilitación del
desarrollo organizativo de los centros. Para acometer esta tarea entendemos
que, sin renunciar a planteamientos y estrategias del paradigma interpretativo,
es la racionalidad sociocrítica la que nos aporta un mejor entendimiento para
desvelar la complejidad de las organizaciones educativas, en general, y de su
naturaleza conflictiva, en particular, además de ofrecernos una visión positiva
del conflicto y de sus posibilidades de intervención educativa. De la
inevitabilidad del conflicto no sólo no se deriva la disfunción o la patología
de la organización, sino que, además, si se afronta de forma positiva y no
violenta, el conflicto puede ser un factor fundamental para el cambio y el
desarrollo organizativo de los centros de carácter democrático, participativo y
colaborativo.
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