Cultura y sub cultura organizativas del centro
educativos (a nivel básico Premedia y media)
El conocimiento
de la cultura y subcultura en centros educativos y del profesorado, como
miembro de una comunidad que aprende, ha de ser conciente de implementar cambios.
Los
cambios educativos pueden afectar lo que
ocurre en el aula y lo que aprenden los
alumnos, alterando la cultura escolar existente. Estos cambios deben generarse
desde dentro y capacitar al núcleo para desarrollar su propia cultura
innovadora, incidiendo en la estructura organizativa y laboral, al rediseñar
los roles, potenciar la toma de decisiones y el desarrollo institucional,
implicando al profesorado en un análisis reflexivo permanente en contextos de
colaboración.
Los modelos de cultura y sub cultura de los
centro educativos están compuestos por seis elementos (Eficacia Docente,
Colaboración / Reconocimiento, Planificación / Visión Compartida, Liderazgo
Transformación, Colegio y Desarrollo Profesional) estos elementos proponen que
la cultura es el resultado del desarrollo de cada uno de ellos. Se asume que en
diferentes culturas o, en diferentes momentos de la misma cultura, se puede
detectar una variación en el grado de desarrollo de dichos elementos.
Estos elementos bien utilizados ayudan a identificar dos estilos culturales: transformacional y transaccional. Durante los últimos años hemos escuchado de una larga luchas y etapa de reformas del sistema escolar cuyo fin no ha llegado al éxito esperado ya que tanto los centros escolares como los profesores, ambos eludidos por la reforma del sistema educativo, se convierten ahora en los núcleos de la transformación.
El
cambio educativo, no es un simple problema técnico, sino un asunto cultural que
requiere prestar atención a la cultura organizativa escolar, como factor
resistente al cambio, pero también que sin el cambio cultural (de los
significados compartidos en el centro escolar, como unidad básica del cambio)
éste no ocurrirá (es decir, no se institucionalizará). En una célebre metáfora
la cultura organizativa de la escuela es, al tiempo, la mayor barrera
para el cambio y, por ello, el mejor puente para su
mejora
Culturas profesionales en la
enseñanza
Frente
a la imagen burocrática dominante en la gestión de los centros escolares, la
perspectiva cultural se fija en lo que sucede en el interior de los centros
escolares. A partir del concepto de cultura organizativa de los centros
escolares, se analizan los diversos tipos de cultura profesional en la
enseñanza. Se diferencia entre la cultura del individualismo, la escolaridad
forzosa y la colaboración. Por último, se reflexiona sobre la reestructuración
de los espacios organizativos y laborales.
Con
un cambio de visión y se podría decir que hasta de cultura se ha comenzado a
comprender, que el centro escolar es una organización peculiar con una cultura
propia. Se le reconoce a los centros escolares una especialidad organizativa
propia un micro cultura, y se ve la
enseñanza como una práctica construida socialmente con unos significados,
rituales, patrones de acción, etc., que configuran la vida del centro escolar.
Esta
cultura está constituida por representaciones, expectativas, tradiciones y
simbologías propias, roles, códigos de conducta, normas y patrones de acción,
en cuyo seno podemos distinguir a veces subculturas profesionales específicas,
con perspectivas e intereses enfrentados.
La cultura escolar aparece con una doble faz:
como aglutinador e integrador de la vida
cotidiana de los miembros de una institución y, al tiempo, con diferencias y
conflictos entre grupos. Comprender entonces el proceso de cambio curricular es
entrar en el análisis de cómo los patrones de las culturas profesionales en la
enseñanza interaccionan con las propuestas de reforma, desde el punto de vista de
los participantes y su estructura organizativa ocupacional.
Es obvio, que los cambios dependen del grado de la
cultura escolar existente. Una cierta desconfianza en el instrumento técnico de
la política curricular para cambiar la enseñanza, unida a una revitalización
del papel del profesorado como agente de desarrollo curricular, nos ha abocado
a considerar el desarrollo organizativo interno de los centros escolares como
una de las claves de la mejora escolar. Para que los proyectos innovadores no caigan
en el vacío será esencial conocer el grado de cultura escolar, como caldo de
cultivo para su desarrollo. Superando un enfoque individualista de la
innovación, pero acentuando la dimensión de la cultura ocupacional escolar, se
plantea cómo incidir en la internalización de significados de lo que debe ser
la acción escolar y de orquestar condiciones favorables a la nueva cultura de
la innovación.
LA CULTURA ORGANIZATIVA DE LOS
CENTROS ESCOLARES
Desde
la antropología cultural se ha entendido la cultura como un conjunto de normas,
reglas o patrones que configuran un modo de vida propio (relación
cultura/personalidad); Entonces podemos entender la cultura escolar como el
conjunto de expectativas compartidas sobre lo que es y debe ser la acción
diaria en el centro. Hay un conjunto de normas, creencias y valores, que
constituyen el marco interpretativo de referencia e identidad (símbolos y significados)
del centro; siendo aprendidos (social o culturalmente de profesores
principiantes y alumnos) y/o compartido por el grupo.
La cultura escolar provee así a sus miembros
de un enfoque de referencia para interpretar los eventos y conductas, y para
actuar de modo apropiado y aceptable a la situación. Desde esta visión, los
centros escolares responden a los cambios planificados externamente según lo
que la propia cultura considera que es bueno.
Un
cambio que viola estos patrones culturales genera resistencia y oposición y
genera con cada cambio una cultura o
subculturas.
El impacto que puedan tener determinadas innovaciones
en la cultura de un centro escolar, frente a otros enfoques técnico-formales,
reside en el aspecto de significados simbólicos, esquemas interpretativos y
pautas de acción cotidiana, que comparten los miembros como objetivos del
cambio organizativo. Si el enfoque cultural de un determinado centro escolar es
el adecuado y actualizado en la medida de la organización escolar esta
funcionara adecuadamente.
CULTURAS Y SUBCULTURAS PROFESIONALES
Una
organización no suele tener una cultura unificada. Cada departamento, comunidad
ocupacional o laboral, con el paso del tiempo, desarrolla su propia subcultura
(lenguaje, normas, perspectivas y fines, diferencias, etc.); por lo que,
frecuentemente, en las organizaciones predominan más las diferencias y conflictos
que el consenso. Sobrevalorar el lado estructural de la cultura es dejar de
lado la autonomía potencial de las culturas de cada sub comunidad ocupacional
en el interior de la organización.
La cultura se configura así como factor
mediador entre los componentes estructurales e individual/grupal. Podemos
hablar de la cultura dominante de una organización en cuanto sus valores
básicos son compartidos por la mayoría de los miembros; al tiempo que las
subculturas, de grupos (profesores, alumnos, directivos) o en el interior de
éstos (la cultura de los profesores de secundaria de los de Primaria).
Desde una lógica de eficacia, cuando estas
subculturas predominan, no existiendo más que una pequeña zona de intersección
común, el centro no tiene un plan común de actuación. Así, en el interior de un
centro de Enseñanza Secundaria los seminarios/departamentos (Inglés,
Matemáticas, etc.) suelen configurar subculturas distintivas específicas de las
disciplinas académicas. Las divisiones en especialidades y asignaturas generan
también diferentes comunidades de
profesores que las imparten, con su propia cultura profesional. De este modo,
los valores y creencias compartidas pueden representar una forma de la cultura
de los profesores, pero de hecho hay otras formas.
Las
relaciones de trabajo que los profesores tienen con sus colegas dentro y fuera de
la escuela. Esta forma de la cultura organizativa de los profesores puede ser
más importante que el propio contenido. Una descripción monocromática de dos
tipos opuestos de cultura de los profesores en los centros escolares se ha
hecho familiar
en
los últimos años: una cultura predominante en la enseñanza de aislamiento,
individualismo y vida privada, etc., frente a la imagen emergente de una
cultura común
de
la colaboración, caracterizada por normas de colegialidad, donde los profesores
se ayudan y apoyan unos a otros de modo habitual, comparten fines y objetivos,
etc.
Cambios
en contenidos, actitudes y creencias de los profesores pueden dar lugar a
cambios en la forma de la cultura de los profesores y en las relaciones de
trabajo con sus colegas; y es en las formas de la cultura docente como se reproducen,
reconocen y redefinen los contenidos de esa cultura. Por su parte, la forma de
la cultura escolar de los
profesores
puede tener significativas implicaciones para el cambio educativo, en la medida
en que puede frustrar
o
hacer que se lleven con éxito unos compromisos compartidos.
Las
prácticas docentes, generadas históricamente y compartidas en los contextos
organizativos de los centros, forman una cultura ocupacional, con unas
interacciones, modos de ver y actuar específicos. Los procesos de
socialización
y el ejercicio de la profesión en cada comunidad laboral (centro/zona,
etapa/ciclo educativo, área/materia, hombres/mujeres, etc.) generan formas de
ver y actuar que suelen configurar una determinada cultura
profesional,
asociada normalmente a una estructura laboral/ocupacional. Podemos entender las
culturas profesionales de la enseñanza como los supuestos, cuerpos de conocimientos
y creencias compartidas/vigentes, así como
las
formas de relación y articulación en el contexto organizativo y laboral de los
centros.
La
cultura organizativo-profesional se sustenta, aparte del propio proceso de
socialización profesional, en las estructuras ocupacionales de trabajo y en las
formas de relación entre los agentes. Cambiar, entonces, la cultura profesional
es promover la emergencia de nuevos roles y patrones de relaciones entre los
profesores, rediseñando los entornos laborales, las estructuras organizativas y
los modos de pensar y hacer la enseñanza.
La
cultura del ejercicio de la profesión docente ha sido caracterizada, desde los
primeros análisis sociológicos, de individualista y privada, impuesta por los
tradicionales espacios celulares aislados (cultura del individualismo), donde
hay zonas acotadas para cada ámbito de decisión (zonas altamente especificadas
y, a la vez, ámbitos
autónomos),
con pocas posibilidades de compartir recursos e ideas, de observación mutua y
de intercambiar experiencias sobre la práctica docente.
La
estructura celular del trabajo escolar y la propia socialización profesional
suele enseñar que no se deben comentar los problemas internos del aula con los
colegas, y sería muestra de incompetencia solicitar ayuda o consejos de ellos.
La
cultura del individualismo impide el desarrollo profesional, al limitar el
compartir experiencias y conocimientos; pero no hay que confundirla con tener
autonomía profesional o individualidad, ni convertirla en una especie de
herejía. La individualidad suele ser un requisito necesario en determinados
momentos para el trabajo docente, y no se opone a una colaboración y trabajo
conjunto.
En
la forma balcanizada de cultura de los profesores, más frecuente en los centros
de Secundaria (por su propia estructura organizativa departamental,
especialización y socialización de su profesorado), el trabajo tiene lugar en
pequeños grupos aislados, muchas veces enfrentados entre sí, no como colegas en
un trabajo con visión de conjunto, con consecuencias negativas para el
aprendizaje de los alumnos y de los propios profesores.
No
obstante, a veces, es una forma de fomentar una identidad profesional propia y
un conocimiento base y
artesanal
específico de la enseñanza de una materia. En su forma típica o ideal, las
culturas balcanizadas en la
enseñanza
suelen presentar, una baja permeabilidad, una permanencia de esta situación de
subgrupos aislados, un carácter de identificación personal, y las divisiones
suelen expresar un carácter político (diferencias de poder e intereses entre
unos grupos y otros).
La
escolaridad artificial, o impuesta administrativamente supone en la práctica un
funcionamiento individualista, pero por presión administrativa externa, se
fuerza a trabajar en equipos con reuniones conjuntas; en muchos casos como
recurso instrumental para adaptar determinadas innovaciones o estrategias
prefijadas desde fuera. Puede ser un sustituto técnico que imposibilite llegar
a una cultura de colaboración, al ignorar la cultura real (la que se vive
cotidianamente) de la enseñanza. Cabe pensar, si algunas llamadas
institucionales a trabajar conjuntamente en equipo, que recorren últimamente el
mundo educativo occidental (incluido el nuestro), no sean sino una forma de
colaboración artificial o forzada. No basta tener reuniones conjuntas y
esporádicas, para gestionar y resolver asuntos burocrá- ticos (por ejemplo,
para hacer las programaciones o proyectos curriculares); una cultura de
colaboración implica que estas relaciones afecten al contenido mismo de lo que
se trabaja y al grado en que los miembros se sienten
implicados
en el proceso.
REESTRUCTURAR EL TRABAJO ESCOLAR
Entre
la autonomía e independencia en el ejercicio profesional, y la colaboración e
interdependencia en el
trabajo
docente, como caracteres existentes y/o deseables de la enseñanza, se ha movido
el ejercicio de la función
docente.
Aislamiento versus colaboración. Satisfacción individual versus metas
compartidas, control versus compromiso, conflicto versus consenso, etc., son
algunas de las tensiones y contradicciones en que se mueve la cultura organizativa
escolar vigente.
En
los últimos tiempos nos hemos abocado a considerar la cultura del aislamiento,
y las relaciones burocráticas, como uno de los más graves obstáculos para el
cambio educativo. potenciar la cooperación, trabajo conjunto e interdependencia
entre los profesores se consideran vías prometedoras para el desarrollo de una
nueva cultura profesional.
Este
compromiso, como patrón organizativo de un centro, se expresa en un trabajo en
colaboración y equipo, más que jerárquico y aislado, y en unos marcos
estructurales de relaciones que posibiliten la autonomía profesional junto a la
integración de los miembros en la organización. Dicho compromiso sustenta el
trabajo diario y la agenda común de actividades, provee de un conjunto de
valores compartidos y favorece la integración de los profesores por las
relaciones con sus colegas y alumnos, más allá del espacio privado del aula.
De
acuerdo con el conocimiento actualmente disponible, la generación de un
compromiso organizativo no es fruto de cambios sólo estructurales ni un asunto
de voluntad individual, es resultado de un largo proceso en que llegan a formar
parte de la cultura organizativa del centro para convertirlo en el lugar donde
se analiza, discute y decide, conjuntamente, sobre lo que pasa y lo que se
quiere lograr.
OK Magda gracias por mandar.
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