La
calidad de la educación: Ejes para su definición y evaluación(1)
Inés
Aguerrondo
Resumen
La necesidad de explicar las diferentes dimensiones y los
ejes fundamentales desde donde se puede reconocer la calidad de un sistema
educativo, de una experiencia, o de una institución escolar, más que ser un
problema teórico es parte de un ineludible compromiso profesional de poner a
disposición de los tomadores de decisiones herramientas para facilitarles su
tarea. El marco presentado en el trabajo tiene como objetivo explicar con
claridad la serie de opciones ideológicas y pedagógicas que enfrenta un tomador
de decisiones cuando intenta mejorar la calidad de la educación. A partir de
una detallada explicitación del concepto de calidad de la educación se examinan
dos propósitos fundamentales: primero, para tomar decisiones que se orienten a
mejorar la calidad de un sistema educativo concreto, y segundo, para realizar
evaluaciones sobre una situación concreta que permite tomar decisiones para
reorientar y reajustar procesos educacionales.
El desafío de la calidad
Las transformaciones globales del orden internacional y el
avance del reordenamiento de las economías mundiales en torno al valor de la
tecnología han puesto en el ojo de la mira a los sistemas educativos. En ellos
recae la responsabilidad de generar y difundir el conocimiento en la sociedad y
por lo tanto, se instituyen en la instancia decisiva que está a la base de la
carrera tecnológica (es decir, de las posibilidades económicas futuras de la
sociedad).
Esta realidad, que marca la demanda que hoy se hace a la
educación, contrasta con otra realidad bastante conocida; hoy, por tal y como
están, los sistemas educativos no pueden salir airosos frente a este desafío.
Bastantes diagnósticos han demostrado empíricamente los
problemas de burocratización de la administración, de rutinización de las
prácticas escolares, de obsolescencias de los contenidos curriculares, de
ineficiencia de los resultados finales.
La expansión sufrida por los sistemas educativos a partir de
la segunda guerra mundial, sobreimpuesta a un modelo de gestión pensado para
otras ocasiones la diversificación de clientelas orientadas en la incorporación
de seres sociales con bases culturales diferentes, y las restricciones
materiales acompañaron los procesos de endeudamiento y ajuste han hecho no
personales tanto los objetivos como los modelos de gestión y administración
originales. Es decir que el crecimiento y la expansión educativa no presentan a
la visión política sólo un problema de escuela (pongamos más profesores o
maestros, más escuelas, más aulas), sino que plantea desafíos cualitativos que
hacen volver a pensar hacia dónde ir y cómo debe organizarse y conducirse una
escuela, un grupo de escuelas, un sistema educativo.
Potencialidades del concepto “calidad”
Aplicado a la educación
Aplicado a la educación
La aparición del concepto “calidad de la educación” se
produjo históricamente dentro de un contexto específico. Viene de un modelo de
calidad de resultados, de calidad de producto final, que nos pone en guardia,
sobre todo, del hecho de que bajo estas ideas suelen estar los conceptos de la
ideología de eficiencia social que considera al docente poco menos que como un
obrero de línea que emplea paquetes instruccionales, cuyos objetivos,
actividades y materiales le llegan prefabricados, y en el cual la “calidad” se
mide por fenómenos casi aislados, que se recogen en el producto final.
Algunos autores han visto por esto serias implicancias a este
concepto: La ideología (curricular) de la eficiencia social (vinculada a la
corriente llamada “tecnología educativa”) entiende calidad de la educación como
eficiencia, y eficiencia como rendimiento escolar. A partir de la instauración
de una política educativa de corte neoliberal se buscan justificaciones
“académicas” que permitan fundamentar la restricción del ingreso a la
educación. Estas justificaciones crean nuevos fetiches pedagógicos que se
caracterizan por su debilidad conceptual, tal es el caso de términos como
“calidad de la educación”.
Lo que ocurre, creo, es que se ha trabajado con una
definición demasiado simplificada y muy parcial de una idea muy abarcante ya
que, recortando las posibilidades, se la define restrictivamente, se la
transforma en una medición, para lo cual se la inscribe en un marco puntual
casi positivista, muchas veces hasta conductista, leyendo sólo conductas
específicas.
Por el contrario, a mi entender, el concepto de calidad de la
educación está lleno de potencialidades, que me parece interesante explicitar.
Es por esto necesario traer a la discusión las ideas de eficacia y eficiencia
que están relacionadas con esta cuestión. Estos conceptos han sido
tradicionalmente muy resistidos en el campo de la educación en general.
Y no sin razones, ya que llegaron a la bibliografía educativa
directamente importados de la teoría de la administración basada en el modelo
de la eficiencia económica (“eficientismo”). Éste da un valor prioritario a los
elementos materiales y establecer metodologías como la de costo-efectividad,
difícilmente trasladables a los sectores sociales, y por ello al área
educativa. Algunos intentos de replanteo en este sentido (como la propuesta del
análisis de costo-beneficio) no superaron las limitaciones intrínsecas de estas
aproximaciones.
A pesar de compartir estas ideas en lo sustantivo, creo que
ha faltado desde el lado de los especialistas en educación una respuesta
positiva y superadora que fuera más allá de la mera crítica. Porque mirándonos
hacia adentro, no podemos dejar de reconocer que tenemos sistemas de baja
calidad y poco eficiente, es decir que logramos poco con los medios que tenemos
(aunque obviamente éstos no son muchos).
Sin embargo, para poder reconocerlo abiertamente, como hoy lo
hacemos, hemos tenido que llegar a un estado cercano al desastre, porque la
inexistencia de evidencias objetivas recogidas sistemáticamente hicieron
imposible contrastar objetivos con resultados, es decir, tener una idea
realista de los niveles de eficiencia y eficacia de la educación.
Un criterio no económico para evaluar la eficiencia:
Una educación de calidad
Una educación de calidad
Las reuniones de Jontien y Quito ayudan a acotar y enmarcar
el problema. Está claro que el dilema de la actualidad es cómo dar mejor
educación a toda la población, y en este dilema se expresan los dos problemas
que permiten avanzar en esta discusión: por un lado, cómo dar mejor educación;
por el otro, cómo hacerlo para todos.
Hay entonces una dimensión que hace a la definición
político-técnica (¿qué es “mejor educación”, o, ¿cómo se define “educación de
calidad”?), y otra dimensión que hace a gestión y administración (¿cómo se da
eso a todos?). La eficiencia tiene que ver con las dos cosas, es decir, un
sistema educativo eficiente es el que da la mejor educación que se puede a la
mayor cantidad de gente. Se constituye entonces en un nivel instrumental:
depende de la dimensión sustantiva, depende de cómo se defina, en la instancia
político-técnica, qué es “mejor educación”.
Entender la eficiencia en este marco permite superar el
reduccionismo eficientista al que hemos hecho referencia, porque integra un
criterio netamente educativo (la definición de qué es calidad) como parámetro
para la lectura de la eficiencia. El juicio de eficiencia no se realiza a
partir de criterios que salen de la lógica económica, sino a partir de
criterios que se originan en la lógica pedagógica.
Ok Mario la verdad es que cuesta mucho hablar de calidad las mayorias de las personas tienen criterios diferenciados con respecto a otro, para uno serán bueno la calidad en los aprendizaje para otros deficientes.( no hay calidad total)
ResponderEliminar